miércoles, 28 de septiembre de 2011

No a la violencia obstétrica

La lucha contra la violencia obstétrica se libra en muchas plazas, para mí, la mejor y la más dura es la del día a día, hablando, compartiendo información, preguntando a embarazadas como van a parir…

Así me doy cuenta de que todo está relacionado, hay violencia obstétrica porque los partos son algo mecánico, masificado y sujeto a un protocolo. A pesar de que pagamos unos 60 euros al mes de nuestro sueldo a la Seguridad Social (institución que produce sarpullidos entre los mercados y magnates neoliberales) nos encontramos con profesionales e infraestructuras que nos invitan a hacernos una idea de lo que le va a esperar el resto de la vida a nuestro bebé. Una sociedad fría y dura que parchea problemas de salud mental y física de mil formas cuando ya es demasiado tarde.

¿Qué tendríamos que hacer para conseguir partos respetados, ¿qué podríamos aportar mujeres y hombre para que este sea así? Luchamos las mujeres que dormíamos en nidos ya desde la primera noche de nuestra vida con otros bebés que lloraban por su madres, mujeres que nacimos ya bajo absurdos protocolos, que solo se saltaban porque la madre era muy joven y paría ella sola. No queremos que esto sea así, con nosotras ni nuestros hijos. Tampoco queremos el “si lo le gusta, váyase” así que habrá que ir cambiando las cosas, con valentía, por parte de nostras mismas (también es un trabajo interior no dejarse poner en manos de estos métodos) y de los profesionales, poco a poco.

No me gustan que algo se ponga “de moda” porque significa que sea bueno o malo tiene los días contados. Pero sí entiendo que hay momentos en los que se tiene que gritar y difundir de algún modo u otro, no me gustaría que esto quedara entre "las de siempre" así que creo que se impone reenviar esta "anécdota de la SEGO" entre nuestros conocidos y allegados. La violencia obstétrica es un gusano interiorizado en la sociedad, en nosotros y nosotras mismas, hasta que adquirimos consciencia de ella, como todas las violencias, tolerado e incluso bien visto como bien muestran las viñetas de la SEGO, contras las que se puede firmar aquí.

Para ello Jesusa Rico ha creado esta iniciativa y Prepapá esta preciosa rosa que aquí pego. Al blog se pueden enviar todas la experiencias (rosas) que se puedan haber sufrido en un parto. Por lo que a mí respecta sé con absoluta certeza que me libré de una inne-cesárea.


A pesar de no disponer de infraestructura para poder presentarme hoy en el Paseo de la Habana sede de la SEGO (hoy mi hija se va de excursión con sus compañeros de NIDIA y su papá, con tres trasbordos de metro mediante, y no la voy a “someter” a otra “tortura” urbana con su mamá, esta vez) estaré allí de corazón y me encantaría poder ir. Mientras tanto dedico una rosa a todas esas mujeres entre las que me incluyo (cambié de ginesaurio 5 veces!) y pego una carta escrita por Mónica Delgado, pediatra de Catu, publicada en la web de EPEN que resume la desazón desde la consciencia.


A veces los médicos necesitamos oír las cosas de una determinada manera para creérnosla.... hay tanta desconfianza aún en la naturaleza y en los procesos de la vida.... y el parto-nacimiento se maneja con tanto miedo en muchas ocasiones, que distorsionamos el momento único, sagrado, especial en el que un nuevo ser nace.
Mi experiencia como neonatóloga durante 6 años, en los que he trabajado en diferentes hospitales de Tenerife, Lanzarote, Madrid... intentando quitar barreras mentales y físicas en las infraestructuras que no apoyan ni se detienen en la importancia del vínculo madre-hijo, es que aún hay mucho camino por hacer.
Me he visto tantas veces condicionada por el resto del personal que corriendo me entregaba al bebé, cuando yo lo único que he querido siempre es observarlo mientras respira encima de su madre. He sentido en mi piel el dolor de su respiración al cortarle antes de tiempo el cordón, el estado de agotamiento en el que a veces llegan a mis manos tras tantas agresiones innecesarias, la violencia que reciben nada más nacer, "para que llore"... como si vivir y llorar fueran sinónimos...la angustia de las personas que me rodeaban en una reanimación, cuando yo quería darle su tiempo al bebé y que se recuperara a su ritmo... He sido feliz cuando no he tenido que hacer nada, cuando he encontrado a matronas sensibles que me han apoyado y han permitido que les ausculte su corazón encima de sus madres, o que les controle el pulso mientras aprendían a respirar encima de sus madres... han sido en contadas ocasiones...
Cada bebé que se separa de su madre sin motivo, yo lo he sentido en mi piel... he pedido perdón a tantos recién nacidos por cosas con las que no estoy de acuerdo, y que he hecho y he visto hacer, vitamina K intramuscular, tomarles medidas nada más nacer, aspiraciones gástricas innecesarias, meterles en incubadoras para darles un "calentón", las primeras 2-3 horas de vida, glucemias y biberones de fórmula artificial sin control... cuantas veces he tenido que soportar el llanto intenso, profundo, desgarrador, de un recién nacido totalmente despierto, disponible, expectante, que no comprende ESE VACÍO, en el que le hemos metido y ESAS AGRESIONES que está recibiendo continuamente...
Mis preguntas siempre han sido ¿POR QUÉ? ¿PARA QUÉ?
Ser responsables del dolor que generamos, de las consecuencias de nuestros actos, es una necesidad apremiante para salir de la ignorancia, de los "aquí siempre se ha hecho así" o de los "porque sí" que han poblado mis años de formación y práctica médica.
Pedir perdón también... por a veces nuestra falta de valor de decir hasta aquí, el miedo a las críticas entre el personal, no definirnos por falta de tiempo, porque hay demasiado trabajo, porque estamos cansados, porque la dirección no cambia las cosas, porque "aquí eso no se puede hacer"...
Hay cosas que sinceramente no deberíamos permitir, y ese dolor en mayor o menor medida, todos los que trabajamos en paritorios y en unidades neonatales lo llevamos dentro.
Esto es algo que SIEMPRE he pensado, pero que con los años de vivencias ha arraigado más profundamente en mí, y ya el revivir la experiencia de mi propio nacimiento en varias ocasiones, me hizo sentir muchas cosas, que me han llevado a abandonar mis lugares de trabajo y buscar a profesionales que compartan y vivan esta visión del parto-nacimiento.
Desde aquí me gustaría invitar a una reflexión personal y a solas con uno mismo, a las personas que trabajamos en el mundo del nacimiento, a encontrar nuestros miedos, a sanar nuestras vivencias de cómo nos recibieron al nacer, a ponernos en la piel de un bebé, para poder ESTAR en un paritorio con la sensibilidad, el amor y el respeto que cada ser que viene al mundo merece.
Gracias
Mónica Delgado Guerrero, pediatra neonatóloga. Madrid

1 comentario:

  1. Patri,

    Me he emocionado un montón con tu post
    ”Luchamos las mujeres que dormíamos en nidos ya desde la primera noche de nuestra vida con otros bebés que lloraban por su madres”… buff, como hija de nido, esta verdad me hace pupita! Mi madre me apoyó totalmente para que tuviera un parto respetado, el que ella no pudo tener ¡en tres ocasiones!

    Lo único que podemos hacer es hablar, contar en primera persona nuestras experiencias hasta que la violencia deje de ser invisible a los ojos de muchas mujeres y de la sociedad.

    Muchas gracias por compartir la carta de Mónica Delgado. Deseo que llegue un día que la gran mayoría de los profesionales de la salud se revelen tan empáticos y conscientes como ella. ¡Qué lujo de pediatra!

    Abrazos Rosa!

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