lunes, 29 de agosto de 2011

¿Restaurantes Libres de niños?






Mi amigo Miguel Jara, me ha mandado este artículo del diario Público. Está claro, que lo mejor no es el artículo no...lo mejor son los comentarios de los lectores de esta nueva "tercera vía" que tan bien representa el diario, no voy a hacer ningún chiste con esto.




Está claro también, cristalino, que a nadie le gusta que le griten al oído (excepto los fans del Trash y demás...), ni que le molesten y también que todos hemos sido bebés, y niños. También está claro que los blancos y los negros, la polarización tan en boga desde hace unos años (o eres de unos o eres de otros) son peligrosas, hay una preciosa gama de grises sobre la que informarse (primero esto, claro, para poder optar), hablar y reflexionar, aportando opiniones de un lado y de otro y llegando a conclusiones, o no…

Desde que eres madre y más aún si estás sola (sin apoyo logístico o emocional más que el de tu pareja) en una ciudad tan hostil como puede ser Madrid (aunque la cosa va por barrios y no nos podemos quejar) de repente te das cuenta de una cosa, algo grave, muy grave: la civilización industrializada, neoliberal y patriarcal (por si alguno se le escapa su realidad) no está hecha ni para los viejos ni para los niños, y menos aún para los bebés.




Recuerdo que me llenaba de impotencia la primera vez que leí Libertad y Límites, Amor y Respeto de Rebeca Wild, lo del entorno preparado etc etc…es cierto que ella dice que los niños tb. han de aprender a vivir en el lugar en el que les tocó y mirar ellos solitos cuando vayan a cruzar, sí, pero…Ay! cuando somos bebés chillamos, lloramos (es cierto que 4 locos no lo deseamos, pero nos expresamos así y se debería respetar), gateamos (los que tuvieron esa suerte) nos hacemos pis y caca (no lo recuerdan verdad, lectores?). Luego cuando somos niños si somos niños debidamente contenidos, esto es, niños llenos de mirada, de contención, de disciplina con amor, seguimos reclamando nuestro espacio en forma de rabietas, juegos de poder…es algo incontrolable, como lo es la vida misma.

La familia solemos frecuentar solamente un restaurante desde que nuestra hija nació, hemos ido a otros, sin ningún problema, la verdad, pero este nos gusta porque aparte de que la comida está riquísima, es orgánica, y de menú, la gente es respetuosa, no hay jaleo y de fondo casi siempre suena un bonito tema del barroco. Ahí nos sentimos cómodos con nuestra hija, porque los señores y las señoras que hacen los comentarios se olvidan (Ay! Maldición!) de lo mucho que gritan ellos cuando hablan (porque en este país como se berrea madre!), fuman y molestan cuando se van por ahí de restaurantes o de “copas”. Ay la paja en el ojo ajeno!



Hasta el momento ni en este restaurante ni en otros lugares en los que hemos estado con mi hija, nos han llamado la atención, ni mi hija ha montando ningún “numerito”, en algún momento puntual, sí claro, era un bebé y es una niña…y solo es una, claro!

Es cierto que vivimos todos juntos (de aquella manera…) y todos nos debemos respeto, pero también debemos recordar que todos hemos sido bebés y niños, que no se puede optar por la vía fácil, esto es, reprimir, amenazar, pegar “estate quieto o te acuerdas eh?" "vete por ahí a jugar" claro, ese el niño "bien educado", luego, el papá o la mamá se dedicarán a contarse las batallitas (en las que en ningún momento aparecerán sus hijos, claro) y esos niños, pues, intentando cooperar reciben el mensaje de: papá y mamá están hablando, no les molestemos, juguemos nosotros, como podamos. Y claro, hay lugares en los que está claro que así, no se puede estar mucho rato: lugares cerrados, terrazas pequeñas, sitios con coches…Ni siquiera una educación contenedora puede resistirse a lugares así durante mucho rato.

Es aquí cuando retomo el tema de la gama de grises: los papás y las mamás somos conscientes de que tanto se nos puede molestar a nosotros o a nuestro hijo o hija (repito, gritos, follón, humo, agresividad, invasión de su espacio, contacto físico no deseado) como que nuestro hijo puede molestar a otros, claro, por eso a un bebé, niño o niña, se le puede clamar, anticiparse, contener, jugar con él, y si aún así la cosa se descompensa, la señal ha sido dada: este no es el lugar, ni el momento. Aún así me hace mucha gracia que desde una situación de poder el que grita y molesta siempre es el otro, nada mejor que un bebé o un niño, nada mejor que alguien más débil sobre el o la que despositar nuestras frustraciones y hacer uso de ese "poder". Esto como mínimo nos debería hacer pensar.

No criminalicemos a los bebés y a los niños. Mientras tanto si la ley (Ay la ley! qué sobrevalorada está!) ampara el derecho de admisión, que no cuenten con nosotros ni para que nuestro perro les eche una meadilla.

4 comentarios:

  1. Subrayado y en negrita todo lo que dices... respeto la decisión que toman esos restaurantes pero que no me esperen.. ni con mi perro ni con tabaco para poder gritar!

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  2. Lo peor, desde luego, los comentarios. Pero en qué mundo vivimos? qué debemos hacer? encerrar a los niños en lugares exprofeso hasta que se comporten "debidamente"? Ah no, si ya lo hacemos!!!!

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  3. Es que ni me molesto en leer los comentarios del periódico. Me molestan muchísimo más los señores que hablan a gritos o los que fuman que un niño que en un momento dado expresa a su manera que está harto o cansado de estar ahí.

    Eso no quita que, a partir de ciertas edades, supongo que los nenes estarán más cómodos en restaurantes con espacios abiertos, columpios, zonas verdes, donde puedan explayarse, correr y liberar toda la energía si les apetece, aunque también estaría bien que algunos padres les incluyesen en sus conversaciones y actividades en lugar de soltar el consabido "anda, niño, a jugar por ahí"...

    Desde luego, como sociedad valemos bien poco si no somos capaces de aceptar a los niños como parte necesaria de la misma. Que, al fin y al cabo, bebés y niños hemos sido todos, pero como se nos olvida...

    Besos cabreados,
    Lady Vaga.

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  4. Los comentarios son escalofriantes...sí, se nos olvida...se nos olvida esa sensación de "estar de más" seguro que a los comentaristas también...

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