jueves, 14 de octubre de 2010

EL PARQUE DE LOS HORRORES

Desde que Catu es pequeñita, las tardes que pasamos solas las dos que son la mayoría, intento, si la climatología lo permite, que pase el mayor tiempo posible fuera. Afortunadamente nuestro barrio en Madrid tiene mucha zona verde, muchos sitios dónde ir a correr, saltar y esparcirse. Con ella he ido creciendo y aprendiendo, aprendiendo de ella, a abrir los ojos (si mi estado vegetativo me lo permitía o me lo permite, je je) y acompañarla. Unos días son mejores, otros más cuesta arriba, por ese querer y no poder que suele nacer de la falta de sueño y descanso (parece que la cosa está cambiando, parece?) Y ha habido días y días en los que la buena intención se diluye en el charco del cansancio, pero el general estoy contenta, satisfecha, he jugado y juego mucho con ella, yo soy su referente y me imagino que una temporada comenzará a sentir interés por otros niños y niñas. Estas tardes, muchas de ellas, las pasamos en un parque que tiene esos columpios para bebés, esto es, esas cestitas que hace que no se caigan y que Catuxa adora.

Es curioso pero en esos parques, en mi vecindario, en mi entorno natural, me siento sola. No es una soledad física en la crianza que de eso sé un rato, es soledad emocional, espiritual. En esos lugares en esos parques, he visto y veo a niños cansados, hastiados, stresados, machacados, humillados, son niños que gritan a los demás, empujan por sistema, insultan… en un sitio en el que se supone lo van a pasar bien, disfrutar y relajarse, del “trabajo” del cole, de esas 8 horas, lejos de sus hogares de “memorización, repetición, deberes y demás” se da la casualidad de que no es así y no precisamente porque su padre o su madre hayan tenido un mal día, no. Insultos, comparaciones, se les fuerza a compartir, se les manda a la esquina de pensar (en un parque!!!), y lo que más daño me hace ver, las rabietas desatendidas: Este pasado fin de semana un niño de unos 3 añitos, lloraba solo, y desesperado durante media hora, la gente se le acercaba y el padre desde una esquina les encomiaba a que se fueran, que no le pasaba nada. Esos son métodos modernos al más puro estilo TV. Eso lo hemos visto mi hija y yo, no una ni dos ni tres si no casi siempre que vamos a ese parque al que le estoy cogiendo una manía horrible, pero claro, a Catu le gustan esos columpios, trepar, quedarse mirando a los otros niños, a veces se siente intimidada. Pienso en esos niños dentro de 10 o 20 años, y pienso también en mi hija.

A veces sí, a veces te encuentras con esos padres y esas madres que como yo y muchos hacen lo que pueden y que guardan cariño en sus corazones y con los que intercambias algún guiño, algún saludo. Pero así como veo que hay “grupitos” de padres, nosotras siempre vamos a nuestra bola, con el perro. Me gustaría tener las herramientas, la energía y recursos para poder acercarme a ellos hablar, intercambiar (sinceramente Catuxa me reclama y no lo lleva bien, por ahora) , pero veo mucho “hormigón armado” que si nos ponemos a teorizar, no son más que estrategias defensivas y neuróticas de una personalidad carenciosa que ha sufrido (de eso, los que nos hemos dado cuenta, sabemos algo…). Así que, dado que no dispongo de esa energía, no tengo amigos ni conocidos en el barrio, solo algunos vecinos con los que estoy encariñándome que con humor ya me tienen por la jipi  y con quien me veo de vez en cuando, más de forma casual que otra cosa.

3 comentarios:

  1. Ay Patri...
    Pero no sólo rabietas desatendidas, sino niños ignorados durante toooda su tarde de juego.
    Yo me he visto a veces rodeada de niñas/os (mayores que Alba) que pedían mi aprobación y renocimiento a sus hazañas en el tobogán porque me veían con Alba, mientras sus padres charlaban o leían o miraban al infinito....
    Y qué pena, qué solos deben sentirse...
    Toda la diversidad se vé reflejada ahí, en el parque.
    Niños solos, niños tristes, niños “vigilados”, niños que gastan todas sus energías en intentar que papá o mamá vean lo bien que se tiran de cabeza por el tobogán, niños que de las dos horas que están en el parque, hora y media están castigados en el banco por dios sabe qué motivo, niños que se dedican a soltar guantazos a diestro y siniestro, y algún que otro niño acompañado de mamá o papá, ahí, al lado, pero no por “controlar” (que también se nota cuando están ahí por “obligación”) sino por disfrutar con ellos, de ellos...
    Yo también me he sorprendido observando uno por uno. Imaginando qué repercusiones tendría esto en su edad adulta....
    Alba de momento, igual que Catu, sólo quiere jugar con nosotros, a veces incluso huye de los columpios abarrotados, no le gusta mezclarse con el gentío. A veces es ella la que me llama la atención sobre el nene/nena que se ha caído y llora y me pide que le eche “cremita” (el Arnidol).
    Yo no tengo ni un sólo recuerdo de mis padres en el parque conmigo. Mi padre trabajaba de sol a sol y mi madre estaba muy ocupada limpiando y cocinando.... y eso lo tengo ahí, clavadito.
    Quien se crea que estas actitudes no dejan huella, se equivoca.
    Y sí, yo también me veo sola.....pero visto lo visto...¿mejor sola que mal acompañada?

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  2. Sí, no cabe duda de que a ciertas edades nos necesitan a nosotros y no a los "amiguitos", que eso es otra.

    -ve a jugar con este y con el otro!. Por ué no juegas con...?

    También es cierto, me dejé en el tintero el temazo de la sobreprotección física. Ahí, a pesar de que Catu es muy hábil me he tenido que reeducar mucho. Y creo que lo he conseguido, ella no quiere que la ayudes! je je

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  3. Estoy pensando que bueno, una está curtida ya en "mil batallas", pero lo que sí me preocupa es transmitir a mi hija que lo que hay ahí fuera es malo, y sé que lo hago, consciente e inconscientemente...Alguna idea?

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